martes, 5 de febrero de 2008

De las faenas y demás cuestiones taurinas…


Un fenómeno que siempre ha sido digno de mi apreciación y gusto es el arte taurino, el acto de los toros. No se debe mucho a su relativa naturaleza bélica y violenta, a la que también tengo mucho aprecio (jojo), sino por la ornamentaria que constituye per se el acto del toreo.


A continuación detallaré con precisión ciertas características que vale la pena detallar…


De los comentaristas televisivos… Caray! Estos comentaristas (más los de unicable) que narran las faneas taurinas poseen el lenguaje más adecuado para narrar las mismas. Seamos honestos, todos los demás no son más que unos ignorantes promotores del uso vulgar de la lengua… Pero vaya, si que es poesía lo que emana de estos comentaristas taurinos: el toro, la bestia, la fiera, la gloria, el indulto, TIRA A MATAR! Floridos cantares de las faneas taurinas.


Del toro… Deleite. Menuda fiera sometida a los dignos placeres del público aburguesado que se hace presente entre los tendidos de la plaza. Su fisionomía característica pierde todo sentido brutal para convertirse en una idealización mitológica. Sin embargo no olvidemos, la bestia no dejará de ser bestia aunque el público poetize su bestialidad y la convierta en una excepción de la fauna. Jamás olvidare aquella fiera que, dominada por la exitación del momento y el bullicio de los burgueses, propició una extraordinaria acrobacia volando a traves de la primera fila, lugar donde generalmente los asientos son reservados para gente taurina: fumadores de puro, catadores del vino y demás gustos taurinos como lo es también el consumo de carnes frías y la idolatración de la bestia.


Del público… Ya me estaba adelantando a lo que más impacto me causa. El público capitalino que vitorea las proezas del torero para con el toro con un churrigueresco: Oleee. Fonema lleno de contexto e historia. Los que gozan del acto taurino circundan los 45 años, fuman puro, visten bien, dominan el lenguaje propio de la bestia y las faenas, y además, se creen lo suficientemente dignos para aprobar o reprobar, en su defecto, el calibre del espectaculo. Sin embargo, la minoria que constituye la verdadera afición taurina se ve propiamente opacada por la horda de vulgares que piensan que por el solo hecho de asistir al acto, se veran agraciados de cierta manera, como tocados por el mismimo Baco. Respeto a esta gente, comparto su gusto por el paseo dominical, sin embargo no me place el hecho de que contaminen el sacro ambiente taurino con chiflidos y demás signos de rechazo a la faena como lo es el arrojar objetos desde lo más alto de los tendidos. Pero bueno… todo tiene siempre un sazón.


Honestamente, soy de la opinión de que esta clase de eventos obedecen a cierto orden característico de la era porfiriana, esa cualidad de la clase media-alta por hacerse notar en este tipo de eventos es característica de esa epoca. No lo neguemos. Hay mucho más de que hablar sobre esto