O será... digiriendo tacos?? Eso nunca lo sabremos, o tal ves algún día. Pero hoy no.
Resulta que hace un par de semanas un buen amigo me dijo "oye we... y si nos vamos a la hacienda?" Por que este buen amigo mio cuyo nombre no revelaré (jaja) tiene "conocencia" en un viejo casco de una hacienda ubicada en un pequeño pero gran pueblo llamado La Sauceda. Ya he ido muchas veces, uno la pasa bien. Uno.
Pues yo la neteh es que si me dieron ganas de ir y ps fui. Ahí la pasé muy bien, vimos todo desde otra perspectiva weeee. Pero bueno... realmente lo que quiero contar a mis estimados lectores (jojojo) es acerca de las vivencias que yo supongo que tuvo mi estomago, barriga, panza o como le quieran decir. Nunca había pensado en como habrá de haber pasado un viaje mi estomago. Ahora que lo hago, quiero que lo sepan.
Resulta que hace un par de semanas un buen amigo me dijo "oye we... y si nos vamos a la hacienda?" Por que este buen amigo mio cuyo nombre no revelaré (jaja) tiene "conocencia" en un viejo casco de una hacienda ubicada en un pequeño pero gran pueblo llamado La Sauceda. Ya he ido muchas veces, uno la pasa bien. Uno.
Pues yo la neteh es que si me dieron ganas de ir y ps fui. Ahí la pasé muy bien, vimos todo desde otra perspectiva weeee. Pero bueno... realmente lo que quiero contar a mis estimados lectores (jojojo) es acerca de las vivencias que yo supongo que tuvo mi estomago, barriga, panza o como le quieran decir. Nunca había pensado en como habrá de haber pasado un viaje mi estomago. Ahora que lo hago, quiero que lo sepan.
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* [Advertencia: este será un post largo]
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Yo ya sabía a lo que iba, casi siempre cuando voy a ese lugar digiero tacos con salsas muy picantes pero esta ves fue sublime el trabajo que tuve que realizar, lo es hasta este momento. El primer día digerí unas muy buenas carnitas. Esto es cosa de principiantes, me dije a mi mismo, ya que, aunque no me considere un experto digiriendo carnitas, sé que no se me dificulta. Así que pues procedí sin ninguna prisa.
En la noche... zaz !! una michelada, que para mi refinísimo gusto, estaba muy cargada de toda la bola de porquerías que le echan a las micheladas. La verdad es que prefiero recibir una buena cantidad de chela (como lo hice cuando iba en la carretera, de camino) a recibir una michelada mal preparada, pero en fin. Ahí estaba yo, tratando de luchar contra las carnitas de a medio día y la michelada en la noche.
Después de batallar, mandé todo a la chingada. Que lo resuelva el duodeno, yeyuno e illeon, me dije a mi mismo. Creo que no lo lograron por que en la mañana sentí un par de veces que mi portador se levantaba de la cama.
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Hago una pausa: en esa hacienda viven unas personas muy peculiares cuyas bromas tienen un sentido muy rural y digamos, cagadito. Por lo que en el desayuno llego un viejo con un pequeño chile rojo en la mano diciendo: "Saben muy bien con los tacos de huevo y chicharrón". Yo estaba animado, además veía como el vejete engullía con singular alegría sus tacos de huevo y chicharrón dándole pequeñas mordidas a un chile naranja. Ah de dar igual el color, me dije a mi mismo.
Cual... no mamey como picó ese pinche chile. Naturalmente todos se cagaban de risa, yo me hacía el muy valiente, pero por dentro les mentaba la madre. Al día siguiente se apareció el mismo viejo con su rural sonrisa. En su puño llevaba otros chiles, esta ves me ofreció uno verde. Picó mucho más. Una de las mujeres que estaban por ahí dijo, con singular alegría y jocosidad:
- "Hiijo de la chingada, lo que no sabe éste cabrón es que los verdes pican dos veces: cuándo entran y cuando salen!!" - Mientras se reía con esa enjundia que la caracteriza.
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Ese chile causo muchos problemas en mi ya deteriorado labor. Además de digerir ese chile tenía que trabajar con otras cosas que me mantenían ocupado. Había sido noche de peda y además faltaba la comida y la cena, sin contar claro, la botaniteh.
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Digamos que la profecía de la vieja se cumplió. En la tarde estaba yo en un pasillo vacío de una miscelánea rascándome el culo. "Chale", me decía a mi mismo.
Pa no hacer el cuento largo, al desayuno siguiente ya no apareció el viejo. Pero ahí estaban sus chiles naranjas. Ya había probado el rojo y el verde. Sólo faltaba el naranja, mismo chile que el vejete engullía con sumo placer. No podía irme sin haber comido todas las variedades de aquel fruto tan de la localidad. Descubrí que era el que menos picaba. Pinche ruco jaja hasta a mi me dio risa.
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Cuando esperaba que ya no iba a recibir más tacos y salsas con chiles exóticos (ya estaba de regreso en méxico) ... zaz!! los tacos del vikingo me tomaron por sorpresa.
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Y bueno, por el momento (si no es que por el mes...) ya tuve suficientes tacos.